La conquista del desierto del Sáhara por Citroën
Las inhóspitas tierras del Sahara, que hasta entonces ningún automóvil había logrado atravesar, ofrecían un terreno idóneo para poner a prueba la mecánica y la tecnología de Citroën. Para asegurar su éxito y adaptarse a la perfección a los terrenos más difíciles, André Citroën contrató a Adolphe Kegresse, un ingeniero militar francés que había estado al servicio del zar de Rusia y que había patentado un sistema que convertía a los vehículos en semiorugas capaces de enfrentarse sin problemas a las condiciones de la estepa.
Confió la dirección de esta aventura a su hombre de confianza, Georges-Marie Haardt, que además de ser Director General de Citroën había acumulado experiencia en vehículos blindados durante la Primera Guerra Mundial. A su lado, Louis-Audoin-Dubreuil que sumaba a su experiencia bélica en unidades de tanques su condición de piloto de guerra y un gran conocimiento del Norte de África, como oficial de las fuerzas coloniales francesas, en las que estuvo a cargo de los vehículos en expediciones como la Saoura-Tidikelt, en 1919. Un equipo de éxito, clave tanto en la travesía del Sahara como en los Cruceros Negro y Amarillo.
Tras varios meses de preparativos, un equipo de 10 hombres y 5 vehículos Citroën-Kegresse, basados en el recién lanzado Citroën B2 10 HP, toman la salida en el oasis de Touggourt, Argelia, rumbo a la legendaria ciudad de Tombuctú, situada en el actual Mali. Ante ellos, 3.500 kilómetros de desierto hostil y desconocido. Tan sólo veinte días después, el 7 de enero de 1923, los Citroën entregan el correo en el Palacio del Gobernador en Tombuctú. El viaje de vuelta alcanzó Touggourt el 6 de marzo de 1923.
Este recorrido de ida y vuelta a través de una de las zonas desérticas más extensas del mundo generó un fuerte impacto. El documental en el que se relataba esta aventura llegó a estar cuatro años en cartel en varios cines de París.