Gasoil de contrabando en el desierto
En los viajes por zonas digamos “no convencionales” el protocolo marca comer y repostar siempre que puedas, no cuando tengas ganas. Pero ya se sabe que los principios y las normas están para incumplirlas, y después, a poner “cara de tonto” con una vocecilla interior que te dice “desde luego ya te vale…”.
En la preparación de un rally por Marruecos , de esos que a nosotros tanto nos gusta, con mi buen amigo y compañero de más de una fatiga, Julio Álvarez, tuvimos la brillante idea de arrancar la jornada con algo más de un cuarto de depósito en su espectacular Nissan Patrol GR “caja moderna”, un vehículo que precisamente no se caracteriza por ser un mechero.
Cuando llevábamos varios kilómetros de esas interminables carreteras rectas, muy rectas… y que parecen no tener fin se nos encendió la reserva, esa fatídica lucecita que en esas condiciones no presagia nada bueno. Como teníamos una población cerca pensamos que no habría problema, “seguro que allí hay gasolinera”.
Pues no, al más puro estilo Murphy, las probabilidades de que haya una gasolinera cercana, son inversamente proporcionales a la necesidad que tengas de ella.
Al final nos encontrábamos en una interesante situación, no teníamos combustible para volver al punto de salida, que sí había gasolineras, ni tampoco para seguir avanzando hasta el siguiente pueblo.
Como dicen que preguntando se llega a Roma, conseguimos que unos militares nos dieran norte, recomendándonos buscar gasoil de contrabando de Argelia.
Con la ayuda del típico chaval en moto, en mejor GPS que existe en el desierto, conseguimos llegar a algo parecido a un taller, donde te podían vender desde gasoil, hasta una correa del ventilador o un filtro, eso sí, no hagas demasiadas preguntas.
Viendo el sitio, y la procedencia del gasoil, recordé una experiencia anterior, en la que nos echaron “gasoil de garrafón”, de muy baja calidad, apto para maquinaria agrícola de la que hay por allí, y que en ocasiones, al ser para “guiris” está “rebajado” con agua, una mezcla explosiva, o mejor dicho, poco explosiva de imprevisibles consecuencias para el motor. Pero como no teníamos otra, la única opción era cargar unos cuantos litros y rezar para llegar a una gasolinera.
Ni 20 kilómetros habían pasado cuando el vehículo con una alegría que no era normal se aceleró, sin darnos cuenta pasábamos de los 140 km/h, algo que no solemos hacer en estos viajes que la prudencia nos recomienda mantener una menor velocidad de crucero, pero esto no ocurría por las prisas de mi buen amigo por llegar, era el efecto que la mezcla le estaba produciendo a la centralita, que acto seguido comenzó a fallar, tironeando, perdiendo potencia, y poniendo el vehículo en “modo protección”, o lo que es lo mismo, a 50 km/h. Desde luego, en ese simpático modo no se rompe, pero tampoco avanzas. Desesperante vamos…
De esta forma conseguimos llegar a una gasolinera, reponiendo el tanque de combustible y vaciando varios “wynns” de todo tipo, bueno, o algo parecido, con el fin de limpiar el circuito. A pesar de todo, el vehículo no volvió a ir fino, con continuas pérdidas de potencia y tironeos.
En estos casos, hay que volver a tirar de manual, vaciar el depósito de combustible, cambiar el filtro, llenar de gasoil “limpio” y aplicar esos productos limpiadores. Y nuevamente rezar claro.
Buena parte de los problemas que tuvimos fue por la centralita, sí, me refiero a ese artefacto tan caro y tan listo que llevan hoy en día todos los vehículos y que les permite hacer muchas cosas con mucho menos consumo. No tengo la menor duda, de que si se hubiese tratado de un vehículo sin centralita, a la vieja usanza, se hubiese “tragado” sin demasiados problemas el combustible, con alguna pérdida de potencia, algo de humo, pero sin más consecuencias.
En fin, lo moderno tiene sus pegas, no todo tiene que ser muy bonito.
Lo mejor del día? Pues la cerveza que nos tomamos llegada la noche, compensaba las fatigas de toda la jornada…